"Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias", Ryszard Kapuscinski

lunes, 12 de noviembre de 2012

LA FALSA MORDAZA




Por Luciana Rodríguez.
Alumna del Taller de PDI

-   ¿Le importará algo a la conchuda esta? –  pregunta una adolescente, a la que la bandera argentina le cubre los hombros.
  
  Y  … algo le debe mover, quédate bien tranquila. Recién escuché que en la quinta de Olivos hay un quilombo infernal, y encima ella está ahí. – responde la madre, una mujer bajita con unas plataformas de diez centímetros, por lo menos.



Pero estamos lejos de la quinta de Olivos, casi a cien kilómetros, más precisamente en las escalinatas del Pasaje Dardo Rocha en el centro de la ciudad de La Plata. Allí unas cien personas, entre bocinas, carteles, cacerolas y cantos, se han dado cita en el 8N.  

Son las siete de la tarde, pero los veintiocho grados de sensación térmica se hacen sentir y los gritos y saltos elevan aún más la temperatura. “Se va acabar, se va acabar, la dictadura de los K”, vociferan. Un hombre de unos 50 años hace sonar una corneta constantemente, al ritmo del canto, a su lado un bebe duerme en un carrito.

-Pero ¿qué hacés acá? – le dice una señora con un gorro de Argentina a otra que sostiene un cartel.

La señora tiene un gorro de esos que se compran para los actos de colegio, parecido a los que  se cree que usaban French y Berutti, allá por 1810. Las mujeres se saludan como quien se encuentra en un evento social: beso, abrazo y alguna que otra carcajada, y por unos instantes el tema de conversación son los nuevos zapatos que tiene puesto la mujer del gorro de Argentina, unas sandalias color azul,  que según esta son más lindas que cómodas, porque tiene que estar haciendo fuerza con los dedos para que no se le salgan; hasta que vuelven al motivo que allí las convoca.

- ¿Qué escribiste ahí? – le pregunta la mujer del gorro, en alusión al cartel que la otra lleva en la mano.

- Miralo, lo escribió Jorge en realidad – responde, mientras le muestra el cartel que dice: “Menos micrófonos, más audífonos”.

-         Pero, ¡Qué bueno está!

-         Es que la Kretina habla mucho y escucha poco.

Carteles con frases como: “Violencia es mentir”, “Cristina escuchá” y  “Que se vayan todas y todos”, van copando la avenida 7 hasta cortar el tránsito. Ningún automovilista que pasa por allí y tiene que desviarse de su recorrido normal se queja, incluso algunos manifiestan apoyo a través de los bocinazos.

-  Vamos a plaza Moreno, que hay muchos allá – grita el hombre de la corneta, mientras señala hacia calle 50, por donde harán el recorrido.

La procesión comienza a eso de las siete y media de la tarde y  en las cinco cuadras que separan un punto de otro empiezan a sonar algunas cacerolas, compoteras de plata o campanas, de esas que se usaban hace años para llamar al servicio doméstico.

Dos chicas, de unos quince o dieciséis años, toman gaseosa de un vaso de “Mc Donalds”,  mientras su papá hace sonar dos botellas de “Coca – Cola”, golpeándolas entre sí. Las chicas caminan mirando el celular de una de ellas y llevan, entre las dos, un cartel que dice: “Exigimos: EduCación, SeguRidad, JusticIa, Salud, Tranquilidad, UnIdad, DigNidad y LiberTAd”.

A la altura de 10 y 50 está la estación de servicio ACA, una de las más concurridas de la ciudad, ya que es pasada obligada para aquellos que salen de trabajar de las oficinas céntricas cercanas.  Desde que esa estación de servicio está allí, siempre hay fila para cargar combustible, es que el espacio es reducido y tiene solo cuatro surtidores. Este 8 de noviembre, cinco o seis autos  aguardan su turno.

-  Esta es la libertad que tenemos, mirá lo que hicieron con YPF… Qué vergüenza – dice una mujer cincuentona, con una escarapela en el pecho.

- Y, mirá la Fragata donde quedó – responde la amiga indignada, a quien el calor le ha corrido todo el maquillaje.

-         Es una mentirosa.

-         Se hace la buenita y está cada vez más loca.

-         Yo la odio, nunca me pasó de odiar a alguien.

-         Yo también, la escucho hablar y la odio.

-         Yo no la puedo ni escuchar…

La marcha llega a la plaza, donde además de algunos convocados al 8N están quienes trabajan allí siempre, quienes conocen de memoria cada recoveco y quienes pasan sus días allí, incluso llegando a hacer de aquel lugar su hogar: los trapitos.  Esa tarde hay  dos chicos limpiando vidrios y vendiendo algunos jazmines, uno tiene veintiocho años y se llama Manuel y el otro, tiene dieciséis y se llama Rodolfo.

Los chichos, están sentados en uno de los bancos, en el mismo de siempre, en ese que está frente a la Municipalidad, en ese que se sientan a descansar cada vez que el semáforo les da un respiro, es que trabajan desde las nueve de la mañana hasta las diez u once de la noche, eso sin contar los fines de semana donde hacen jornada completa cuidando autos en los boliches y bares cercanos. 

Una señora que llega a la marcha, con su camisa perfectamente blanca y rubor rosado en las mejillas, los mira de arriba abajo y acelera el paso al caminar junto a ellos.  Al llegar al centro de la plaza saca un chas -chas de su cartera “Paurolo”, una de esas pulseras con pezuñas originarias de Perú, Bolivia o Ecuador,  y comienza su reclamo. Mientras, los chicos o trapitos miran la gente que hay en el centro de la plaza y se ríen.

-         Nosotros somos pobres  y robamos, esta es gente rica –  dice Manuel, mientras se abanica con la revista “La Tecla”, donde Daniel Scioli anuncia que pondrá otro patrullero a disposición del municipio.

-         Que Cristina haga más escuelas y menos cárceles – dice tímidamente Rodolfo – No sé, me parece a mi…

-         Esto es Argentina, nosotros salimos a la calle en el 2001. El pobre cuando sale a la calle sale a saquear. Esto es de gente rica -  dice Manuel con una mezcla de tristeza y desesperanza.

-         Que Cristina deje pelear por Malvinas y nos de para comer – le dice Rodolfo,  observando fijamente a la señora que hace unos instantes lo miró con desprecio.

Alrededor de las ocho de la noche Plaza Moreno comienza a llenarse de gente, para las nueve de la noche habrá allí entre cuatro mil y cinco mil personas. Entre los carteles que dicen: “MaKia veliKa” o “Libertad es dignidad, no a la esKlavitud” y algunos con consignas en inglés como: “Game over” compañado con una foto de la presidenta, una pareja toma mate sentada en pasto. Parece un día de picnic normal, pero ellos también están allí por el 8N

-   No hay una sociedad representada, por eso esta convocatoria es tan grande. Una convocatoria sin carteles políticos – dice el chico de anteojos y remera de Argentina.

Quizás el chico esté distraído mirando a su novia y no note la cantidad de carteles que  ocupan la plaza, debe haber, por lo menos, una pancarta cada cinco personas. Incluso algunos llegan con afiches vacíos para completar allí, como la chica de vestido floreado que en el medio de la plaza saca un fibrón negro de su cartera “XL” y comienza a escribir: “Seguridad, salud, libertad, educación”. Se queda dubitativa unos segundos y le pregunta a su novio que más puede escribir.

-  Poné justicia - le responde este, mientras mira los carteles que tiene a su alrededor.

Dos chicos y una chica agitan una bandera de Argentina y saltan, con la misma emoción que saltan los hinchas de un club de fútbol. La chica, una rubia grandota de unos diecisiete años,  toca el silbato. La bandera está escrita con pintura negra y dice: “No quiero votar a los 16, pero lo haré. Quiero un país libre, por eso no votaré por usted ni por ningún K”.

Un vendedor ambulante se hace lugar entre las personas y pasa vendiendo gaseosas y agua. Lleva una conservadora de telgopor, le cuesta caminar y  se nota que tiene que hacer mucha fuerza, las gotas de transpiración le recorren la cara arrugada. Cansado apoya la conservadora en el único pedazo libre de la Piedra Fundamental, que se alza en el medio de la plaza. Nadie lo mira,  parece que allí es invisible

Cuando en 1882 fue fundada la ciudad,  Dardo Rocha expresó que bajo aquella piedra quedaban sepultadas “las rivalidades, los odios, los rencores, y todas las pasiones que han retardado por tanto tiempo la prosperidad de nuestro país”.  Para desilusión de don Dardo Rocha eso no se cumplió y allí, en esos nueve metros cuadrados hay alrededor de veinte personas cantando “Cristina, conchuda, vos sos la dictadura”.

Un hombre, de gorra gris y remera roja,  pasa vendiendo chips de celulares. No habla con nadie, sólo camina entre la gente mostrando su mercadería. Pero nadie le compra nada, ni si quiera lo miran. Se detiene un instante junto a una mujer que hace sonar su campana y lleva en alto un cartel que dice: “Quiero jueces con coraje político, honestos, que devuelvan lo robado y que ella, junto a sus lacayos, vaya presa por ser delincuente”.

A las nueve de la noche las estrofas del Himno Nacional se escuchan en la plaza, todos cantan a capela y levantan los carteles, las campanas de la Catedral acompañan.  Al finalizar el himno gritan: “Argentina, Argentina, Argentina” y las cacerolas, compoteras, campanas y chas – chas suenan en todo su esplendor. Incluso, una nena  de tres años que va a caballito de su padre, hace sonar su cacerola y cuchara de plástico, piezas de algún juego de cocinita.

En la calle un grupo de adolescentes salta y cantan “Ohhh yo no la voté, no la voté, yo no la voté”. Un hombre canoso,  de unos cuarenta años, que lleva en su mano un cartel hecho en computadora que dice: “La Fragata es suelo argentino, qué entendés por soberanía Kretina?”, se acerca a los jóvenes

-         Vamos a putear a Moreno – les dice.

“Moreno, compadre, la cocha de tu madre” empiezan a cantar los chicos y siguen: “Hay que saltar, hay que saltar, el que no salta cobra planes trabajar”. Al lado de los chicos una mujer de anteojos, que tiene un cartel que dice: “Si los jóvenes de 16 votan, que también vayan presos. Ley para asesinos”, comienza a cantar con ellos.

Una bandera de Argentina con una persona cuyo rostro es un gran signo de pregunta se despliega frente a la puerta de la Municipalidad, esta representa al grupo “Anonymus”.  Son seis personas con una máscara de la película “V de vendetta”,  donde un hombre oculto tras una careta de Guy Fawkes, empieza una elaborada y violenta campaña con el fin de derrocar el gobierno e incitar a la población a adoptar un modelo anarquista. Los integrantes de “Anonymus” dicen que ven coartada su libertad de expresión y que no tienen derecho a reclamar y protestar, por eso están allí y llaman a una “Lucha de acción no violenta”, aunque su máscara representa otra cosa.

Junto a ellos una mujer en cuclillas hace resonar sus ollas contra el piso, golpea una y otra vez las dos cacerolas que trajo. Mientras, un hombre robusto y canoso pega un cartel hecho en cartón en la puerta de la Municipalidad: “Seguridad, libertad y educación”. Un nene de doce años, que golpea dos botellas de plástico,  lo ayuda cortando la cinta.

-         Apoyan a una madre que tiene un hijo viviendo en España y otro en Suiza ¿De qué desaparecidos me hablan? – le comenta el hombre a su hijo, haciendo alusión a Hebe de Bonafini.

La camioneta de Cablevisión no tardó en llegar e instalarse junto a la puerta de la Municipalidad. Un hombre gordo, a quien apodan “la chancha” está en el techo  filmando lo que ocurre allí, mientras dentro un operador cuarentón, de short y ojotas, dirige la escena. Cuatro televisores pequeños le muestran lo que están filmando, en tres de estos aparece el periodista y en uno un paneo general. Del televisor se escucha la voz del movilero: “Hemos interrumpido la transmisión actual para contar lo que sucede en Plaza Moreno, aquí, en la ciudad de La Plata”.

-Venía acá viejo. El micrófono búscame, no te quedes ahí -  le grita el operador a uno de sus empleados.

-     ¿Quién le sacó la nomenclatura a esto? – se queja  el empleado, un tipo flaco y canoso, que está malhumorado y tiene la remera empapada en sudor.

-         Ahí está andando – grita el operador -  Chancha, paneame la gente   que está al lado. Dame más gente, dame detalle, filmame cacerolas… dame otra cosa… ahí el cartel, centralo – dirige el operador

A las nueve y media de la noche comienza la vuelta a Plaza Moreno, quienes tienen banderas argentinas las llevan en alto, tal vez haciendo alusión a lo que pidió  el Jefe de Gobierno Porteño, Mauricio Macri a través de su cuenta de twitter: “Marchemos bajo una sola bandera, la argentina”. Una pareja, que está sentada  en su auto estacionado, acompaña con bocinazos y algunos sacan sus cacerolas a sus balcones y las hacen sonar cuando la marcha pasa por allí.

Un chico vestido como militar: camisa de guerra y borceguíes es su atuendo, se hace lugar entre las personas y les deja un volante. El chico de llama José, tiene veintiocho años y pertenece  a la “Red patriótica Argentina: Nacionalismo Militante”

-Estamos contra el gobierno porque no respeta las instituciones y valores. Por ejemplo, ahora cuando a un chico le va mal en el colegio le echan la culpa a la maestra y los padres defienden al hijo. Una vergüenza.  Nosotros queremos volver a instalar valores perdidos – le dice a un grupo de señoras a las que les entrega su folleto.

Mientras la vuelta va finalizando, frente a la Municipalidad comienza a alzarse un inflable con la cara de un hombre. Todos se preguntan quién es, algunos dicen Pablo Bruera, actual intendente de la ciudad, otros hablan de Néstor Kirchnner e incluso algunos apuestan por Héctor Magnetto, presidente y CEO del Grupo Clarín. Alrededor del rostro se forma un círculo y un cartel luminoso dice: “Alejandro Mañanes 2013, a favor de todos”.


Los concurrentes creen que es un dirigente político, aunque sólo se trata de una intervención artística por parte del escultor platense Mañanes. Rápidamente varios se abalanzan sobre el inflable y lo rompen.  Los cánticos “Infiltrado, infiltrado” y “Que se vaya, que se vaya” suenan en toda la plaza. Un gordo empuja y le pega al escultor. “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, es el canto final.

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