"Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias", Ryszard Kapuscinski

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Las cacerolas no suenan porque están llenas



Por Julieta Gugliottella
Alumna del Taller de PDI

Dejemos de lado, por un momento, las intenciones de descalificar a los manifestantes por su vestimenta, marca de auto, cartera, barrio o clase social. Todo ciudadano, en contra o a favor del gobierno, tiene derecho a manifestarse bajo las reglas de la democracia, sin sufrir, por ello, represión, censura o descalificación alguna.
     
Ahora bien, hablemos entonces, de espontaneidad. Nos referimos a algo que se da por sí sólo, sin agentes dedicados a provocar el hecho. Alfredo Leuco desde La Nación, Francisco de Narváez desde Canal 26, Hugo Biolcati desde canal METRO, Marcelo Longobardi desde la editorial de su programa, Mauricio Macri desde un acto, Patricia Bullrich desde su página web, Cecilia Pando desde su twitter, y algunos  medios de comunicación fogoneando, fueron sólo algunos de los que se encargaron de convocar todos los días al cacerolazo del 8N e invitar a todo ciudadano a que reclame por “sus derechos”.
     
Hablemos también, de consignas a la hora de la protesta. Con anticipación se dijo que debían reinar la paz y la armonía, a fin de evitar, como en las dos ocasiones anteriores, el clima de violencia que se había generado en el Obelisco de Buenos Aires contra colegas de los programas Duro de Domar y 6,7 y 8.
En el 8N, sin embargo, se repitieron estas situaciones contra algunos periodistas, y hasta  fueron un poco más allá, golpeando a periodistas de C5N, Telefé y hasta Canal 13.
     
Podemos también, nombrar cómo los medios de comunicación se encargaron de cubrirlo. ¿Tantas miradas pueden existir sobre un mismo hecho? La respuesta es sí, y si había alguna duda, la misma dejó de existir luego de estos episodios. ¿Por qué querrían algunos no mostrar en vivo los testimonios de las distintas personas que concurrieron a las plazas, sino más bien hacer una selección, editarlas y luego mostrarlas? ¿Por qué un medio que sufrió también la agresión, al igual que sus colegas, no iba a querer tenerla en cuenta a la hora de informarme? Porque no condice con su discurso.

Sin embargo, y a pesar de los intentos por parte del poder de los medios y prácticamente toda la oposición, los manifestantes siguen teniendo una carencia: no tienen un representante institucional. Alguien con voz y voto que pueda elevar reclamos que, por más ruido que hagan las cacerolas, se solucionan desde el parlamento, desde el Estado, desde las elecciones realizadas en el marco de la democracia, donde cada uno de los argentinos elige quién y cuándo los va a representar. Una masa sin representación, en términos institucionales, es una masa sin un liderazgo que pueda guiarla, representarla y expresarla en los lugares que hay que hacerlo.

No hace falta redundar en análisis de este tipo para darse cuenta qué clases sociales son las que hoy ponen el grito en el cielo. Si bien es cierto que es una masa cuyo reclamo coincide en una consigna, también es cierto que no se ven pobres ni hambrientos. Se ven, en cambio, clases sociales sin apremios, en contra de un Estado que apunta a quienes menos tienen.

Los que siguen estando en contra de la Asignación Universal por Hijo siguieron afirmándolo, aquellos que se dirigieron a la Presidenta con insultos, aquellos que le desearon la muerte haciendo referencia a Néstor Kirchner, volvieron a aparecer. Tampoco faltaron quienes desmintieron que haya desaparecidos y los que aseguran vivir en una dictadura. Lo que sigue sin aparecer, es un Estado que se fundamente en la represión, es una censura hacia la concentración y la manifestación. ¿Libertad? ¿Y acaso eso qué es?

Las consignas fueron “libertad y justicia”, y cuando se les preguntó a qué se debía ese reclamo, dijeron no ser abogados para responder. “Democracia”, y cuando se les preguntó si las elecciones y estar protestando sin dificultades en una plaza no lo era, respondieron simplemente que no. “Que se vaya”, pero cuando se insinuó un reclamo que podría considerarse bajo los preceptos que la Constitución refiere acerca de la conspiración para destituir, no se quiso seguir discutiendo el tema.

Vale la pena mencionar cómo se construye la credibilidad y el derecho a opinar. Se destaca, tanto en algunos medios como en los propios manifestantes, la ausencia de políticos, la falta de banderas que representen corrientes o partidos, la no militancia de los caceroleros y la no participación en términos institucionales. ¿Por qué acaso debemos naturalizar esas características como algo a valorar, como personas que tienen más derechos que otros a opinar y protestar? 

Las cacerolas sonaron en el 2001 por hambre, por una desocupación del 50%, por la baja de los salarios,  porque los chicos no podían ir a la escuela por no poder comer, porque mientras algunos no paraban de crecer, lo hacían a costa de la pobreza de más de la mitad de los argentinos. Las cacerolas sonaban porque no tenían nada dentro. Hoy, en cambio, suenan porque volvieron a llenarse y no lo quieren compartir.


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